Atravesamos la mancha rápido, impulsados por una inercia que desconocemos. 126 km, al día siguiente 115 y al siguiente 90 y nos parecen pocos. Entramos en la Comunidad de Madrid. Comemos en Chinchón, ¿Tú te lo crees, man?
Peloduro nos dice que podemos dormir en su casa esta noche y, camino de Rivas, los pelos de los brazos se ponen de punta, el motivo... hemos visto las torres de la antigua Ciudad Deportiva del Real Madrid... Lo hemos conseguido, bueno, aun quedan dos escaladas y llegar a casa.
Digerimos todas estas emociones y nos ponemos rumbo a La Cabrera. Recibimos una llamada de Nacho, nos propone hacer esa misma noche el Espolón Manolín, nos parece buena idea.
Tras una cenita tempranera comenzamos a escalar a las 22h.
Se respira algo mágico en esta escalada; Nacho inició a Tote en la escalada clásica en esta vía, Tote hizo lo propio conmigo hace casi dos años y ahora, es Nacho quien quuiere compartir con nosotros esta vía. Motivo más que suficiente para descorchar una botella de champán en la cumbre del Pico de la Miel. Es una vía que ya hemos hecho 5 veces y como se pudo leer una vez en la revista Desnivel, El Espolón Manolín es como ese restaurante al que llevarías a tus amigos y familiares para quedar bien.
Bajamos, no nos apetece recoger, mañana será otro día, "muy guapa la escalada", caemos rotos, lo siguiente, despertar.
Piscina municipal por la mañana y a rodar por la tarde. Dormimos cerca de Manzanares. Despertamos y seguimos a Manzanares, mira un bar, ahí se quedan las bicis, gracias caballero, mañana las recogemos.
Subimos al Yelmo por la tarde, cuando cae el sol. Seguimos enamorados de La Pedriza. Esta es quizá la última noche, nos gusta que sea en compañía de nuestro querido Yelmo.
Madrugamos y comenzamos. La Yan San Po atraviesa esta mole de granito por todo el medio, parece mentira que esta pared de granito sin agarres pueda ascenderse, pero se puede, y menuda vía.
Última cima, al final han sido 8. Estamos satisfechos aunque aún no muy conscientes de que esto se acaba.
Bajamos, servesita en el bar y vuelta a casa, últimos 50 kilómetros y estamos en casa. Toca despedirse el uno del otro; un simple abrazo, suficiente. Parece que en un rato volveremos a vernos para cenar.
Ya en casa. Sensación extraña, parece que salimos la semana pasada y que los recuerdos del viaje son de otro viaje de hace años. Necesitamos asimilar todo esto.
La bici está nerviosa, como un potro enjaulado y agobiada por la inactividad de los próximos días.
Por lo demás, simplemente agradeceros a todos vosotros vuestro apoyo. Jorge, no nos olvidamos de tu postal. Nos ha encantado compartir con vosotros esta aventura que no hubiera tenido sentido sin vuestro seguimiento y apoyo.
Ahora sólo queda deciros que en breve haremos una fiesta donde nos gustaria que estuvieseis todos, pues daremos una pequeña charla de la experiencia y donde nos podréis preguntar todo lo que queráis, en breve tendréis noticias sobre cuando se va a llevar a cabo.
Un abrazo enorme a todos
PULI y TOTE